Tal día como hoy, cerca del año 1574, nació en Milán la gran pintora barroca Fede Galizia. Está considerada la primera mujer pintora del barroco italiano, siendo tres años más joven que Caravaggio.
Fue hija del miniaturista y artesano trentino Nunzio Galizia (1540-1610), de tradición manierista, en cuyo taller se formó y a quien superó en calidad artística. Nunzio emigró desde Trento a Milán, donde se piensa que nació Fede. El talento de Fede Galizia fue tan precoz, que la primera referencia a ella la encontramos cuando sólo era una adolescente. Aparece citada como pintora en el tratado “Idea del Tempio della Pittura”, editado en Milán en 1590 Y escrito por el pintor y teórico Giovanni Paolo Lomazzo (1538-1600).
En Milán fue donde Fede Galizia vivió y desarrolló toda su carrera profesional. Fue una artista muy completa y versátil, cuya producción podemos dividirla en tres bloques temáticos: escenas religiosas, retratos burgueses y naturalezas muertas.
Su obra debe analizarse en el contexto histórico de la Contrarreforma católica llevada a cabo tras el Concilio de Trento a mediados del siglo XVI. La Iglesia católica utilizó la iconografía religiosa en el arte como un arma para defender y revitalizar sus preceptos, en respuesta a la Reforma protestante y su ola iconoclasta. El ducado de Milán se encontraba entonces bajo el dominio de la monarquía española de Habsburgo, con un fuerte control eclesiástico.
En este marco propagandístico contrarreformista, Fede Galizia abordó la pintura religiosa cumpliendo con la exaltación iconográfica impuesta por la doctrina católica. Así lo vemos en dos encargos que recibió de dos retablos dedicados a San Carlo Borromeo (1538-1584), arzobispo de Milán que fue canonizado en noviembre de 1610. Su pieza sacra más conocida es “Noli me tangere” (1616), realizada para el altar mayor de la Chiesa di Santa Maria Maddalena en Milán, que fue demolida en 1798. Se trata de un óleo sobre tela de más de 3 metros de altura que hoy se conserva en la Pinacoteca di Brera, aunque no está expuesto. Fede firmó y fechó la obra en una filacteria situada en el extremo inferior derecho, bajo los pies de Jesucristo, representado siguiendo un modelo idealizado. Los ropajes y adornos de María Magdalena están cuidadosamente pintados con un lujo detallado, como si fuera la vestimenta de una reina. Este mismo tratamiento ornamental suntuoso con brocados y joyas, lo empleó Fede también en las seis versiones que realizó sobre el episodio bíblico de “Judith y Holofernes”, un motivo pictórico recurrente en el Barroco. Desde la perspectiva de una mujer pintora, el personaje simbólico de Judith se convierte en un emblema de coraje y lucha contra la opresión patriarcal. Por este motivo, Judith fue una figura femenina con la que varias artistas barrocas se identificaron, como por ejemplo Artemisia Gentileschi (1593-1656), Lavinia Fontana (1552-1614), Elisabetta Sirani (1638-1665), Giulia Lama (1681-1753) o Virginia da Vezzo (1601-1638). En el caso concreto del cuadro de Fede Galizia, ella eligió autorretratarse en el papel de Judith, apropiándose del rol heroico del personaje. Además, aportó el bonito detalle de firmarlo y datarlo sobre el filo de la espada, dejando allí grabado para la posteridad su nombre y el año de ejecución de la obra: 1596. La presencia de la firma formando parte sustancial del cuadro es revelador, dado que muchas mujeres no pudieron firmar sus cuadros al desempeñar un rol subordinado dentro de los talleres barrocos.
A pesar de las exigencias de imágenes devocionales por parte del catolicismo, la escuela pictórica milanesa mantuvo un componente naturalista de tradición lombarda. Este acercamiento al realismo visual pudo manifestarse principalmente en la verosimilitud de los retratos y en el nacimiento del bodegón como un género pictórico autónomo e independiente.
Desde muy joven, Fede Galizia fue muy admirada y requerida por su talento como retratista. Una de sus primeras obras firmadas es "Retrato de Paolo Morigia", que fue pintado para la iglesia milanesa de San Gerolamo y donado en 1670 a la Pinacoteca Ambrosiana de Milán, donde hoy está expuesto en la sala 13. El retratado es un historiador jesuita que fue uno de los primeros mecenas de Fede. Según la inscripción superior escrita por el propio Morigia, fue realizado en 1596 cuando Fede tenía 18 años. Sin embargo, se piensa que la datación debe ser anterior. La razón es que en el cuadro aparece representado un libro que fue publicado en 1592. En este caso la fecha de nacimiento de Fede Galizia sería 1574. Además, Morigia mencionó este retrato en el quinto libro de su publicación “Della Nobiltà a Milano”, publicado en 1595. Dentro del apartado dedicado a los artistas milaneses, Morigia dedicó el tercer capítulo a Fede Galizia, elogiando su virtuosismo técnico y citando concretamente este retrato.
Fede Galizia en este cuadro presentó dos recursos muy utilizados durante el barroco. El primero es el detallismo naturalista en la fisonomía del rostro envejecido con sus arrugas y deformaciones por la edad, características del retrato lombardo y emiliano. El segundo es el efecto óptico del reflejo de la ventana en los lentes sostenidos por la mano del protagonista.
Fede Galizia es una figura crucial en el desarrollo estilístico del bodegón barroco, tal y como lo conocemos hoy en día. En sus naturalezas muertas destaca como una pionera, ya que consiguió un tratamiento estético novedoso y original que después sirvió como modelo a imitar en Europa a lo largo del siglo XVII. Sin embargo, esta línea de trabajo apenas se menciona en las fuentes antiguas por varias razones. En primer lugar, por ser una rareza, ya que era un concepto rompedor. En segundo lugar, porque a partir de entonces el género del bodegón se fue desprestigiando a lo largo de los siglos y terminó considerándose una categoría “menor” dentro de la jerarquía artística. El estatus artístico del bodegón se devaluó precisamente por ser un tema elegido por muchas pintoras, quedando asociado a un tipo de condición femenina de carácter decorativo.
En los bodegones de Fede Galizia la protagonista principal de la escena es una cuidadosa modulación de la luz, que potencia el sentido físico de los elementos dotándolos de una fuerte presencia. La calidad lumínica hace resaltar con nitidez el color intenso de las frutas sobre un fondo oscuro. Este mismo estilo será continuado después por otros pintores coetáneos, como Giovanni Ambrogio Figino (1553-1608) o Panfilo Nuvolone (1581-1651), y será el germen del bodegón español del Siglo de Oro.
Uno de los primeros bodegones de Fede Galizia está datado en 1602 y se considera el primer bodegón italiano fechado. Se titula “Alzata con prugne, pere e una rosa”. Presenta una estructura esencial, casi geométrica, compuesta con pocos elementos dispuestos sobre una mesa de madera como si estuvieran en un altar a modo de ofrenda. El punto de vista es desde una perspectiva frontal con un plano poco profundo. Fede tiene la habilidad de dar vida y presencia a los elementos de la composición, hasta tal punto que se pueden sentir las texturas y los aromas de las frutas y las flores. Hay un acercamiento e interés de la pintora por profundizar en la percepción sensorial de la realidad desde una observación directa de lo mundano. Esto es un reflejo de las teorías filosóficas naturalistas de su tiempo, cuya ideología estaba basada en considerar a la naturaleza como base del conocimiento. Por este motivo, los tres tipos de elementos que Fede elige para sus composiciones son objetos naturales: frutas, flores e insectos.
La misma “alzata” de plata que aparece en este primer bodegón de Fede Galizia podemos reconocerla también en su bodegón más famoso, realizado ocho años más tarde. Se trata de “Ciliegie in una copa d’argento con mele selvatiche su un cornicione di pietra e una farfalla fritillaria” (1610), un grupo de cerezas pintadas con precisión y un uso del claroscuro que hace emerger el volumen rojo de la fruta de manera nítida. El modelado de las cerezas tiene un efecto escultural tridimensional muy sofisticado, casi tenebrista. La inclusión de una mariposa junto a la fruta ofrece un sentido simbólico a la escena que puede aludir a la fragilidad de la vida. Sobre una interpretación metafórica de las frutas, flores e insectos que Fede Galizia incluyó en sus bodegones, no tenemos registro documental al respecto. Sin embargo, conviene saber que la presencia repetitiva en estos cuadros de membrillos, melocotones y manzanas, a veces en un estado inicial de descomposición, hace pensar en significados ocultos trascendentales acerca de la idea de mortalidad. Otros elementos que se repiten son las flores de jazmín, símbolo moral de la pureza espiritual, o los saltamontes, que aluden a las plagas divinas como castigo contra las vanidades humanas.
Tras redactar su testamento el 21 de junio de 1630, Fede falleció poco después ese mismo verano en su ciudad natal durante la gran plaga de peste de Milán, en la que perecieron 280.000 personas de Lombardía y el Veneto. Fede Galizia tenía unos 56 años y dado que nunca contrajo matrimonio ni tuvo hijos, legó todas sus obras a la Orden Regular de los Clérigos Teatinos de la Chiesa di Sant’Antonio Abate en Milán.
Después de su muerte, su nombre se fue perdiendo en la historiografía del arte durante 300 años hasta 1950, cuando su figura y su obra fueron rescatadas por el historiador Roberto Longhi (1890-1970) en un artículo escrito para el número 1 de la revista “Paragone” titulado “Un momento importante nella storia della natura morta”.
El primer catálogo razonado de la obra de Fede Galizia fue publicado en 1989 por el historiador Flavio Caroli (Rávena, 1945) y editado por Umberto Allemandi & C.
Actualmente sus obras se encuentran en colecciones como la Pinacoteca di Brera y la Pinacoteca Ambrosiana en Milán, la Galleria degli Uffizi en Florencia, la Galleria Borghese en Roma, la National Gallery of Art de Washington DC y The Ringling Museum of Art en Sarasota, Florida.